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Espíritu Santo
Lección 9

LA CORRESPONDENCIA DEL ALMA, SU CONSAGRACION AL ESPIRITU SANTO

El Espíritu Santo, director y huésped del alma, es también el Don de Dios que nos trae sus dones, su ideal es reproducir en nosotros a Jesús, para introducirnos en la Trinidad y glorificar al Padre.  Bajo su influjo las almas se purifican, se iluminan, se encienden hasta transformarse en Jesús. Nuestra devoción al Espíritu Santo es la amorosa y constante cooperación a su influjo divino, a su obra santificadora. "Ser devoto del Espíritu Santo es abrir el alma para que El habite, dilatar nuestro corazón para que lo unja con su caridad divina, entregarle nuestro ser para que lo posea con sus dones, darle nuestra vida para que la transforme en divina, poner en sus manos el bloque informe de nuestra miseria para que forme en él la divina imagen de Jesús"[1].

Ser devoto del Espíritu Santo es cooperar de manera libre y amorosa con El en el proceso de nuestra santificación. Esta devoción debe ser una consagración, es decir, una sincera promesa que durante toda la vida se cumplirá, porque consagración significa entrega total, definitiva y perpetua de una cosa para que este exclusivamente destinada al uso o servicio que se le ha señalado[2]. El cristiano es un Templo consagrado al Espíritu Santo "¿No sabéis, dice San Pablo, que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?"[3].

Todo cristiano es un templo del Espíritu Santo, todo cristiano está consagrado a él y en ese templo no puede hacerse otra cosa, sino lo que se hace en un templo: glorificar a Dios. San Pablo quiere que hasta las acciones más comunes del cristiano se hagan para glorificar a Dios: "ya sea que comáis, ya sea que bebáis, ya que hagáis cualquier otra cosa, haced todo para gloria de Dios"[4]. la consagración al Espíritu Santo es la ratificación de la entrega del bautismo, es la misma vida tomada en serio, es comprender la augusta dignidad del cristiano, su misión, sus deberes, es ser fieles a los compromisos del bautismo. es una entrega total y definitiva, "y así debemos consagrarnos al Espíritu Santo para siempre"[5].
 
DESPRENDIMIENTO Y ATENCION AMOROSA
 
            La verdadera devoción al Espíritu Santo es la amorosa aceptación de la mutua posesión del Dios y del alma, es su plena realización, que hay que ir perfeccionando, hay que analizar lo que exige de nosotros cada uno de los "oficios que el Espíritu santo ejerce en nuestras almas para santificarlas. "Si él es nuestro huésped, nosotros debemos ser su morada; si es nuestro director, debemos plegarnos a sus inspiraciones; si es nuestro don debemos poseerlo; si es el artífice que labra divinamente nuestra alma, debemos dejarnos labrar, cooperando dócilmente a sus amorosos designios"[6]. Cada aspecto de su misión no en nuestras almas nos impone espaciales deberes cada uno de sus dones exige una amorosa adaptación de nuestra alma a ellos[7].

            El deber principal es vivir con El mientras permanece en nuestra casa, mora en nuestras almas, nuestro deber capital es vivir con él, siempre en su presencia. Dejarse poseer por El y poseerlo, impregnarnos de su divino fuego y dejarnos consumir por él.
 


[1] L. MARTÍNEZ. Tratado de la Verdadera Devoción al Espíritu Santo, México 1976, p. 62.
[2] cfr. Ib 63
[3] Ibdem. p. 64.
[4] 1 Cor 10,31
[5] verdadera 66
[6] Verdadera 68
[7] Cfr. MARTINEZ, Devoción, 69
 
 
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