Lección 10
CARACTERES DEL AMOR AL
ESPIRITU SANTO
Dios es uno en esencia y trino en
personas, nuestro amor hacia Él toma un matiz según la Persona divina a quien
se dirige.
A.
PADRE: Nuestro amor al Padre es tierno y
confiado como de verdaderos hijos, ávido de glorificarle. "El amor al
Padre es la pasión de que su voluntad sea cumplida en la tierra como en el
cielo"[1].
El ideal de nuestro amor al Padre es glorificarlo.
B.
HIJO: Se caracteriza por la tendencia a una
unión con El, a una transformación en El, la realizada por imitación de sus
ejemplos. "Por la participación de su vida, por la comunicación de sus
sufrimientos y de su cruz. Los caracteres de su amor los revela la Eucaristía,
misterio de amor de dolor y de unión"[2].
C.
ESPIRITU SANTO: Nos ama moviéndonos, nos transforma
como el fuego que quema, nos da forma como un artista. El amor al Espíritu
Santo "debe caracterizarse por esa amorosa docilidad, por esa entrega
plena, por esa fidelidad constante del alma que se deja mover y dirigir y
transformar pro la acción santificadora del Espíritu"[3].
El ideal de nuestro amor al Espíritu Santo es dejarnos poseer y mover por El.
DEJARSE POSEER POR EL ESPIRITU SANTO
Amar al Espíritu Santo es dejarse
poseer por El con docilidad suma, con pureza perfecta, con absoluta abnegación.
Nuestro amor por Él debe ser de silencio, de pureza, de abandono y de cruz.
SILENCIO:
Para alcanzar la
docilidad a las mociones del Espíritu Santo es preciso que el alma este tan
silenciosa y recogida que pueda escuchar la voz del Espíritu.
PUREZA: "Tan llena de pureza y de luz
que reciba sutilmente el sentido de la divina inspiración; tan rendida a la
voluntad de Dios que la abrace sin vacilar; y tan abnegada que la ejecute sin
detenerse ante ningún sacrificio"[4]. El amor en el alma
produce recogimiento y silencio, porque concentra todas las actividades y todos
los deseos en el amado, y siente las secretas palpitaciones del Corazón de
Dios, pone su atención en escuchar su voz, para sentir sus inspiraciones. La
voz del Espíritu es suave, su moción delicada y para percibirla el alma
necesita silencio y paz. "Primero, las almas tienen que luchar contra
todos los ruidos que turban el silencio del alma, desprenderse valerosamente de
todas las criaturas, de todos los afectos, para que no turben el recogimiento y
la paz. Después, el amor va enseñoreándose poco a poco del corazón y
esparciendo por todas las facultades su hondo e inalterable silencio"[5].
ABANDONO:
El alma que percibe
en el silencio las divinas inspiraciones se deja arrastra por el soplo del
espíritu santo, el amor no pone resistencia a ese soplo divino, porque su
esencia es darse y dejarse poseer. "el amor por naturaleza es unión de
voluntades. fusión de afectos, identidad de tendencias"[6]. Los que son movidos por
el Espíritu Santo se dejan hacer. Se abandonan a Él, este es el rasgo
característico de nuestro amor al Espíritu Santo: el abandono[7].
CRUZ: "El alma que con divina
perfección fue poseída por el Espíritu Santo, como ninguna otra, fue el alma de
Jesucristo; y nunca comprenderemos a que abismo de dolor fue conducida por el
Divino Espíritu"[8]. El sacrificio del
Calvario fue la suprema inspiración del Espíritu Santo, "Quien (Jesús) por
el Espíritu Santo se ofreció a si mismo inmaculado a Dios"[9]. "La ruta del
Espíritu no varía; su soplo va siempre hacia el Calvario; las alas nítidas de
la divina Paloma se ciernen siempre sobre la Cruz bendita, porque en ella está
el amor en la tierra, como en el cielo está en el seno de Dios"[10].
POSEER AL ESPIRITU SANTO
Amar al Espíritu Santo es dejarse
poseer por El pero también es poseerlo, Así cantaba su dicha la esposa del
Cantar de los Cantares: "Mi amado para mí, y yo para él"[11]. Así lo expreso Jesús:
"Y todas mis cosas son tuyas y todas las tuyas son mías"[12], "Yo en ellos, y Tu
en Mí, para que sean consumados en la unidad"[13]. Por la gracia puede el
alma gozar de la misma persona divina[14].
Basta el menor grado de caridad para
poseer al Espíritu Santo, porque El y la caridad son inseparables, "La
caridad de Dios se ha difundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo que
se dos da"[15].
Cuanto más crece en el alma la caridad, más crece en la posesión del Don de
Dios. Son frecuentes en los místicos las expresiones semejantes a estas:
"Amar con el Corazón de Dios, amar con el Espíritu Santo"[16]. Santa Catarina de Sena
refiere que dios hizo en ellas un cambio de corazones, que les dio su corazón
divino[17].
Cuando usamos la caridad, lo hacemos
movidos por nosotros mismos o movidos por el Espíritu Santo, este último, es
acto del Espíritu y afirmamos que amamos con el mismo Espíritu Santo. Esta
afirmación parte de la enseñanza de Santo Tomas de Aquino, la producción de
algún efecto no se atribuye al móvil, sino al motor. En nuestra alma el que
mueve con su moción es el Espíritu Santo. Este amor es el que los místicos
llaman amor pasivo, porque el alma no se mueve a sí misma, sino que es el
Espíritu quien la mueve[18]. "El Espíritu de
Dios ama en el alma y el alma ama con el Espíritu Santo"[19].
[1]
Ib., p. 93
[2]
Ibidem.
[3]
Ibidem.
[4]
MARTINEZ, Devoción, p. 93.
[5]
Ibidem. 94.
[6]
Ibidem, 96.
[7]
Cfr. MARTINEZ, p. 96-97.
[8]
Ibidem, p. 98.
[9] Hbr 9,14.
[10] MARTINEZ, p. 98.
[11] Cant 2,16.
[12] Jn 17,10.
[13]
Jn 17,23.
[14]
Cfr. MARTÍNEZ. Tratado de la Verdadera Devoción al Espíritu Santo, México 1976,
p. 28 - 34.
[15]
Rom 5,5.
[16] J.G. Treviño. Monseñor Martínez, México D.F. 1956. p. 101.
[17] Cfr. Idem, 101.
[18] Cfr. Idem, p. 102.
[19]
Cfr. Ídem, p. 103.