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El Tiempo Ordinario

Año Litúrgico > Tiempo Ordinario
Al Tiempo Ordinario también se le llama «tiempo durante el año» (en latín «tempus per annum») y antes, popularmente, «domingos verdes». Lo de «ordinario» no tendría que interpretarse como «poco importante» o «anodino». Sencillamente, con este nombre se le quiere distinguir de los «tiempos fuertes», que son el ciclo de Pascua y el de Navidad, con su preparación y su prolongación.

En rigor es el tiempo más antiguo de la organización del año cristiano:

Ø  La sucesión de los domingos y de las semanas, antes de que fueran surgiendo los varios ciclos de la Pascua o la Navidad. Y además ocupa la mayor parte del año: 33 o 34 semanas, de las 52.

Divididas en dos series:

Ø  Breve, entre la Navidad y la Cuaresma, va del lunes después del Bautismo del Señor, hasta el Miércoles de Ceniza exclusive.

Ø  Larga, desde Pentecostés hasta el siguiente Adviento. Va desde el lunes después de Pentecostés con una larga duración hasta el primer Domingo de adviento.
 
Constituye un tiempo ideal de celebración de las palabras y acciones de Cristo en el evangelio, de la vida cristiana según las exhortaciones de los apóstoles y una lectura de la historia de la salvación en el AT a la luz de la novedad de Cristo.

La Pascua semanal del domingo proyecta su luz sobre los otros días de la semana, entre los cuales la Iglesia hace resaltar discretamente algunos elementos del viernes que recuerdan la pasión del Señor, y con la posibilidad de celebrar la memoria de Santa María cada sábado que no esté ocupado por la memoria obligatoria de un santo.

LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA
 
No hay formularios especiales en el Misal romano para la celebración cotidiana de la Eucaristía en el tiempo ordinario como tal. Pero también aquí, en el gozoso espacio del cotidiano, se pueden celebrar las misas de los formularios dominicales del tiempo ordinario, la rica serie de misas para diversas categorías e intenciones que están en el Misal Romano y las misas votivas del mismo Misal. Una «geografía» del Misal romano que todo celebrante tiene que conocer y que ofrece la gran riqueza de formularios que pueden salir al encuentro de todas las necesidades de la oración para evangelizar la vida cotidiana y para encontrar las fórmulas apropiadas de la oración por la Iglesia y por sus fieles y ministros, por su misión evangelizadora y ecuménica, por la sociedad civil y todas sus necesidades. Es como si la Iglesia nos proveyese de todo lo necesario, el maná cotidiano, para poder «celebrar» los acontecimientos de la historia al hilo y al ritmo de los días.
Muchas de estas celebraciones están impregnadas de la letra y del espíritu de los documentos del Concilio Vaticano II.

Dependerá de la sensibilidad del celebrante y de la participación de la asamblea y de las circunstancias concretas de la vida de la comunidad, la capacidad de celebrar esos formularios en el ámbito de la Eucaristía cotidiana.
 
 
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