- musica sagrada

Buscar
Vaya al Contenido

Menu Principal:

Espíritu Santo
Lección 5

EL CICLO DIVINO


 
El alma transformada en Jesús puede realizar la obra de Jesús, la que glorifica al Padre; y así el divino Jesús lleva a las almas al Padre en quien toda perfección se consuma, porque, las cosas encuentran su felicidad cuando vuelven a su principio:

"Jesús vuelve al Padre llevando consigo a la humanidad regenerada"

"Yo te glorifique sobre la tierra, consume la obra que me confiaste, manifesté tu nombre a los hombres que me diste del mundo. ahora vengo a ti, Padre, los que me diste quiero que donde estoy yo ellos también estén conmigo, para que vean la claridad que me diste, porque me has amado antes de la constitución del mundo" Jn 17, 4.

"La Encarnación que es la donación que el Padre nos hizo del Verbo, fue por obra del Espíritu Santo. Este divino Espíritu trajo a la Virgen María la divina fecundidad del Padre, y el Verbo se hizo carne".

Jesús vuelve al Padre llevando consigo la humanidad regenerada. El ciclo del amor quedo cerrado en el seno inmenso del Padre. Pero este divino ciclo debía comenzar de nuevo, hasta el fin de los tiempos, y el Espíritu Santo vuelve a bajar en la Solemnidad de Pentecostés, no ya al seno de la Virgen purísima, sino a derramarse sobre toda carne para renovar místicamente la Encarnación del Verbo, para producir a Jesús en la Iglesia y renovar en ella, los Misterios de su vida, y todos seamos consumados en la unidad.

"Para glorificar al Padre es preciso ser Jesús; para glorificarlo plenamente es preciso transformarse en Jesús; porque la glorificación del Padre es la obra de Jesús, y para hacer la obra de Jesús es necesario ser Jesús".

El fin de la santificación de las almas es la gloria del Padre, la esencia de esa obra maravillosa es la transformación en Jesús.

Los dones de la gracia nos asemejan a cada una de las divinas Personas, los dones del entendimiento al Verbo, los dones del amor al Espíritu Santo. La imagen del Verbo es la sabiduría participada que nos comunica el más excelente don del Espíritu Santo, la sabiduría, y por el llegamos a la Filiación de Dios:

"Se dicen algunos hijos de Dios en cuanto participan de la semejanza del Hijo Unigénito y natural, según aquello, a los que previo los predestino para que se hicieran conformes a la imagen de su Hijo, que es la sabiduría engendrada y por eso participando del don de sabiduría, llega el hombre a la filiación de Dios” (Cfr. Rom 8, 29-39).

Para transformarse en Jesús es absolutamente necesario amar, unirse a Él tan estrechamente que se pueda mirar por sus ojos, que pueda el alma hacerse con El un solo Espíritu. La caridad nos conduce a la sabiduría que nos da la imagen, la posesión y la intimidad del Verbo de Dios. El Espíritu Santo nos lleva a Jesús, nos hace Jesús transformándonos en Él. Es su obra, nadie puede ser Jesús, sino en la unidad del Espíritu Santo.

"El Espíritu Santo en tondo se llama espíritu de adopción, dice Santo Tomas en cuando que por Él se nos da la semejanza del Hijo natural, que es la sabiduría engendrada".

Este es el ciclo divino de la santificación de las almas: nadie puede ir al Padre, sino por Jesús; nadie puede ir a Jesús sino por el Espíritu Santo. Por Jesús, con Jesús, en Jesús las almas glorifican al Padre en la unidad del Espíritu Santo.

El proceso de la santificación de las almas es el siguiente:

El Don de Dios se da a las almas y derrama en ellas la gracia de la caridad, las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo.

Por las virtudes primero el Espíritu Santo purifica a las almas para que la caridad se desarrolle en ellas sin obstáculo y pueda el mismo Espíritu afirmar y perfeccionar en ellas su amorosa posesión.

Cuando el alma ha sido purificada por las virtudes, el Espíritu Santo la posee mejor y por sus dones la purifica más hondamente y armoniza todo en ella de manera admirable, hasta que el alma perfectamente por el Espíritu Santo se transforma en Jesús por la plenitud del don de sabiduría.

La cumbre de esta asención del alma es la unión transformante, que se caracteriza por una unión muy íntima con el verbo de Dios, por una transformación en el Verbo Encarnado, una transformación de luz de quien San Pablo dijo: más nosotros todos, contemplando a cara descubierta la gloria del Señor, nos transformamos en la misma imagen, de claridad en claridad, como por el Espíritu del Señor,2 Cor 3,18.

Por eso los santos gozan de Dios, tienen una íntima familiaridad con las personas Divinas y esto es algo habitual y propio de su estado.

Esta vida de Jesús en las almas es como una prolongación mística de su vida mortal, como una encarnación mística en las almas, que se realiza a semejanza de la divina Encarnación del Verbo en el seno de María, el Espíritu santo requiere la cooperación de la criatura, "el alma cubierta con la sombra del Espíritu Santo, guiada y movida y fecundada pro decirlo así por El, forma en si misma a Jesús". 

El alma puede entonces llamarse místicamente madre de Jesús, pues el mismo afirmo: "cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, el mismo es mi hermano, mi hermana y mi madre" Mt 22,49.

En la vida espiritual, en la generación del Verbo en nosotros, somos "madres", y el Espíritu Santo manifiesta al Hijo, como el Hijo al Padre[1].
 


[1] cfr.  MARTINEZ. Verdadera, p.   48.
 
 
Regreso al contenido | Regreso al menu principal