- musica sagrada

Buscar
Vaya al Contenido

Menu Principal:

Espíritu Santo
Lección 6

EL ESPIRITU SANTO DENTRO DE LA ECONOMIA DE LA SALVACION

 
Desarrollamos la doctrina del Espíritu Santo dentro de la economía de la salvación siguiendo un proceso que parte del seno de Dios, hasta la visión beatifica.

El Tema que más desarrollamos es el de la obra o acción del Espíritu Santo en las almas.

Reflexionamos ampliamente temas referentes al desarrollo espiritual. Nos dedicamos en la mayor parte, a analizar la vida interior, el camino que sique un alma hacia la perfección, es una reflexión teológica profunda, pero también puede verse en parte, nuestro estudio como un estudio de dirección espiritual.

Ya que conviene desentrañar por el análisis, toda la riqueza dogmática y todo el influjo práctico, esto es, todos los tesoros de luz y de vida que la Sagrada Escritura y la Doctrina de la Iglesia contienen.

Vamos a hacer el recorrido por las etapas de este camino de salvación.
El proceso es el siguiente:
 
LA VIDA DIVINA: 

LA TRINIDAD: El Dogma de la Santísima Trinidad nos enseña que hay un solo Dios en tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo[1]. El Espíritu Santo es, la tercera persona de la Santísima Trinidad, que procede del Padre y del Hijo, no por vía de generación, sino en virtud de una corriente mutua e inefable de amor entre el Padre y el Hijo. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por una sublime expiración de amor.
 
LA CREACIÓN: Dios creó el mundo, pero la creación es el cimiento de su obra divina, por encima de la creación visible, creo el orden sobrenatural[2].
 
LA CAÍDA: En el Principio de los tiempos el demonio hizo fracasar los designios de Dios, destruye la armonía inefable del estado de justicia original.
 
JESÚS LA ENCARNACIÓN: En la plenitud de los tiempos el Verbo vino a reparar la Armonía y orden. Cumple los designios de Dios, pasó por el mundo haciendo el bien, nos dio palabras de vida eterna, realizó prodigios estupendos, nos enseñó los misterio del Reino de los cielos, y nos señaló el camino para llegar a la felicidad; consumó su vida con el sacrificio augusto del Calvario, de donde viene a  nosotros todo bien; surgió del sepulcro vencedor del pecado y de la muerte; y triunfador, subió a la diestra de su Padre, después de haber realizado la obra maravillosa de la redención.
 
PENTECOSTÉS LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO: La obra de Jesús no estaba consumada, "Conviene que Yo me vaya, porque si no me voy, el Espíritu Paráclito no vendrá; y si mi voy, os lo enviare"[3]. El día de Pentecostés, el Espíritu del Señor se derramo sobre toda carne, y ese Espíritu vino a consumar la obra de Jesús, el cual, había enseñado a los hombres el misterio del reino de los cielos; pero para que comprendieran sus palabras, era preciso que viniera el Espíritu Santo: "Él os enseñara toda la verdad"[4].

El fuego que vino a traer a la tierra Jesús es el Espíritu Santo[5], y vino también para que las almas tengan vida en abundancia[6]. El Espíritu Santo es el que vivifica la obra de Dios, iniciada en la creación, continuada en la redención, y consumada en el Día de Pentecostés.

En la Iglesia el día de Pentecostés no termina jamás, la vida de la Iglesia es un pentecostés consumado, hasta la consumación de los tiempos, el Espíritu Santo se seguirá derramando sobre las almas.

El Espíritu Santo es el Santificador, es el que aplica a nuestras almas los preciosos dones que nos alcanzó Jesucristo con el precio de su Sangre. Él es el que realiza en lo íntimo de nuestro ser ese misterio de la santificación, que es la obra más grande de Dios, porque en él está incluido como divino coronamiento la gloria del cielo.

EL SANTIFICADOR: Al Padre se le atribuye la creación, al Hijo la Redención y al Espíritu Santo la santificación de las almas; La cual es la obra maestra del Espíritu Santo en la tierra.

El Espíritu Santo enriquece al alma con un asombroso organismo sobrenatural capaz de realizar bajo su dirección santísima la obra de deificación. El centro de este organismo es la gracia, raíz de las operaciones y de los dones y participación inefable de la naturaleza misma de Dios. Las virtudes y los Dones enriquecen al alma. Todo este maravilloso organismo se enlaza armoniosamente en la caridad, reina de las virtudes y vinculo de caridad.

"El Artista es el Espíritu Santo, el santificador de las almas, que no se conforma como los artistas de la tierra con esculpir su ideal sobre la materia que trasforman, sino que se introduce El mismo en el alma que quiere santificar,  habita, permanece en ella,  la mueve, la compenetra y al enriquecerla con sus dones, es Él el primer don, como lo asegura San Pablo: La caridad de Dios se derramo en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos dio"[7].

El Espíritu Santo de dos maneras realiza en nosotros la obra de nuestra santificación: una, ayudándonos, impulsándonos, dirigiéndonos; pero de tal manera nos impulsa y dirige, que nos otros tenemos la dirección de nuestra propia obra.

PROCESO DE SANTIFICACIÓN DE LAS ALMAS: Las consecuencias de este amoroso designio divino son muchas; para darnos una felicidad divina, era preciso que nos diera una actividad divina, ser felices como Dios es feliz significa conocer como Dios conoce, amar como Dios ama.

            Para tener una actividad divina es necesario que nuestro ser se divinice, el designio de Dios para el hombre es tener una felicidad divina, una actividad divina, y un ser divino, tres divinizaciones: la divinización de nuestro ser, la divinización de nuestra actividad y la divinización de nuestra dicha. Todo esto es la obra del Espíritu Santo, esta es la vida espiritual.

            En concreto, la vida espiritual es la divinización de nuestro ser, la divinización de nuestra actividad, y la divinización de nuestra dicha. Por esta vida el hombre llega a ser Dios por participación[8].

Para divinizar nuestro ser Dios nos dio la gracia, para divinizar nuestra actividad, nos dio las virtudes y los dones del Espíritu Santo, para divinizar nuestra dicha nos dio el cielo.
 


[1] Se recomienda revisar la Formulación del símbolo atanasiano Quicumque. Puede encontrarse en ROYO A. El gran desconocido, BAC, Madrid 1972, p. 13.
[2] Cfr. MARTINEZ L. El Santificador. La Cruz, México p. 8.
[3] Jn 16,7.
[4] Jn 16,13.
[5] Lc 12,49.
[6] Jn 39,7.
[7] Bienaventuranzas 18
[8] Cfr. Santificador 18.
 
 
Regreso al contenido | Regreso al menu principal