Para
que sepamos de qué hablamos cuando oímos estas expresiones vamos a describir
muy brevemente qué significan exactamente y en qué se diferencian unos cantos
de otros.
LOS PROPIOS DE LA MISA (Latín: proprium)
son los cantos que varían según la fecha “propia” del día en el Año
Litúrgico o algún otro evento, como la fiesta de un santo. Contrasta
con el Ordinario de la Misa, parte que no cambia según el día. También
contrasta con los Comunes, esas partes del Rito que son comunes a algún grupo
de santos, como los Apóstoles o Mártires.
Lo constituyen las piezas en que los textos varían
de acuerdo a la fiesta o al tiempo litúrgico.
CANTO DE ENTRADA: Acompaña la procesión de entrada del celebrante y de
sus ministros, procurando ayudar a los fieles a entrar en el misterio
celebrado, dando el tema del día o de la fiesta.
SALMO: Es respuesta
a la Palabra proclamada.
VERSO DEL ALLELUIA: Dad alabanzas al Señor, Se cantaba originalmente
solo el día de la Pascua, de allí se ha extendido al tiempo de Pascua, luego
también los domingos.
OFERTORIO: Con este Rito preparamos lo necesario
para la Liturgia Eucarística. Presentamos los Dones de la Creación para el
Sacrificio Eucarístico.
COMUNION: Su función es acompañar a los que se acercan a la comunión. Su tema está casi siempre en relación con el sacramento que se distribuye en este momento.
trata de sintetizar la liturgia de la Palabra y la liturgia Eucarística.
EL ORDINARIO DE LA MISA (Latín: Ordo
Missae) es el texto de la Misa que generalmente no cambia. Contrasta con
los Propios de la Misa, cantos que cambian durante el Año
litúrgico o para una fiesta. El Ordinario se encuentra en
el Misal Romano. La Iglesia afirma que el Ordinario de la Misa tiene que
ser privilegiado. Su elección debe ser hecha por un período de tiempo bastante
largo; si no, asumen la categoría de cantos propios de un día. Así, cada tiempo
litúrgico tendrá su música y su “color” si se le reservan sus melodías.
En pocas palabras son los cantos con un texto fijo,
independientemente del día o de la fiesta.
KIRIE: Kyrie eleison (Señor, ten piedad) es una formula
griega con el cual los fieles aclaman a su señor implorando su misericordia.
Este canto, hoy en día situado al principio de la misa como rito penitencial,
prepara a los fieles a la celebración del misterio eucarístico.
GLORIA: Himno de origen oriental, el gloria remonta al
siglo II. En la liturgia romana, fue al
inicio el canto de entrada de la Misa de Navidad, puesto que conviene
perfectamente por la inspiración original de la base del texto. Progresivamente
fue utilizado en las grandes fiestas del año y en los domingos.
CREDO: El texto cantado corresponde al Símbolo
Niceno-Constantinopolitano, es la pieza más tardía del ordinario, incluida a
principios del siglo XI.
SANCTUS Y BENEDICTUS: Al comienzo de la plegaria eucarística, el canto
del Sanctus introduce el gran recitativo del Prefacio. Se llama himno de los serafines que oyó en el templo de
Jerusalén el profeta Isaías. Invita a la Iglesia de la tierra a unirse a la
liturgia del cielo.
AGNUS DEI (CORDERO DE DIOS): es el canto que acompaña la fracción del Pan
que acaba de ser consagrado, que
interviene algunos momentos antes de la distribución de la comunión de los
fieles. Así los asistentes aprovechan del especio que hay entre la consagración
y la comunión para saludar con homenaje y suplica humilde a Él, quien se ha
hecho presente para nosotros bajo la apariencia del Pan.
En resumen:
CANTOS DEL PROPIO: Entrada,
Salmo responsorial, Aleluya, Ofertorio,
Comunión [textos variables]
CANTOS
DEL ORDINARIO: Kyrie, Gloria, Credo,
Santo, Cordero de Dios [textos invariables]
QUÉ
CANTAR: GRADOS DE IMPORTANCIA
Más
importante que la selección ( que claro que es importante) de los cantos para
cada una de las partes de la Celebración, es saber en primer lugar, qué partes
debemos cantar y cuáles debemos privilegiar. La instrucción Musicam sacram
establece tres grados de importancia o de participación que conviene tener muy
presente:
«Para
la misa cantada, y por razones de utilidad pastoral, se proponen aquí varios
grados de participación, a fin de que resulte más fácil, conforme a las
posibilidades de cada asamblea, mejorar la celebración de la misa por medio del
canto. El uso de estos grados de participación se regulará de la manera
siguiente: el primer grado puede utilizarse solo; el segundo y el tercer grado
no serán empleados, íntegra o parcialmente, sino con el primer grado. Así los
fieles serán siempre orientados hacia una plena participación en el canto.
Pertenecen
al primer grado:
a) En los ritos de entrada:
- El
saludo del sacerdote con la respuesta del pueblo.
- La
oración.
b) En la liturgia de la Palabra:
- Las
aclamaciones al Evangelio.
c) En la liturgia eucarística:
- La
oración sobre las ofrendas.
- El
prefacio con su diálogo y el Sanctus.
- La
doxología final del canon (Por Cristo, con Él y en Él...)
- La
oración del Señor —Padrenuestro— con su monición y embolismo.
- El
“Pax Domini”.
- La
oración después de la comunión.
- Las
fórmulas de despedida (podéis ir en paz…)
Pertenecen al segundo grado:
a) Kyrie, Gloria y Agnus Dei.
b) El Credo.
c) La oración de los fieles.
Pertenecen al tercer grado:
a) Los cantos procesionales de entrada y
de comunión.
b) El canto después de la lectura o la
epístola.
c) El Aleluya antes del Evangelio.
d) El canto del ofertorio.
e) Las lecturas de la Sagrada Escritura, a no
ser que se juzgue más oportuno proclamarlas sin canto.» (MS 27-31)
La
simple enumeración de estos grados nos sirve para comprobar que los hemos
invertido completamente o que la Iglesia nos pide que cantemos no lo cantamos y
lo que pone en segundo o tercer lugar nosotros lo elevamos al primer puesto,
incluso como lo único que se debe cantar. Los ministros son los primeros
obligados a cantar las partes que les corresponden mientras que por parte de la
asamblea, más importante que el Propio de la Misa son los cantos del Ordinario.
Cuando
hayamos entendido y asimilado todo lo anterior podremos coger el cantoral y
seleccionar los cantos que vamos cantar teniendo en cuenta todas las
indicaciones que ya hemos señalado para favorecer la participación activa de la
asamblea. Hacer efectivas estas indicaciones es responsabilidad del Animador
del canto litúrgico —a quien la Iglesia confiere la cualidad de ministro—,
y del primer animador de la asamblea, el párroco y los sacerdotes. Lo
lamentable es que empecemos la casa por el tejado y que, a falta de animadores
del canto litúrgico, muchos animadores de la comunidad cristiana —responsables
de liturgia, sacerdotes y párrocos—, no le den la debida importancia a todo
esto y, por tanto, no transmitan estas indicaciones y prioridades a los grupos
y coros que voluntariosamente acompañan nuestras celebraciones a los que al
final hacemos responsables de esta falta de criterio músico-litúrgico.
Hagamos
un esfuerzo por conocer y hacer conocer la riqueza de nuestra liturgia de
manera que podamos sentirnos cada vez más atrapados por esa “emoción litúrgica”
que debería desprender nuestras celebraciones y que tanto nos ayudarían a
sentirnos más íntimamente unidos al Misterio que celebramos.